Secretaría de convivencia (las letras)

Ahora que ya han pasado las oposiciones y hemos podido descansar, es hora de retomar tareas pendientes y más útiles para la sociedad. Una, la de actualizar más a menudo este blog. A todo esto, sigo pensando que lo que necesita la educación son docentes, no opositores. Al menos, tal y como está concebido el proceso actual. Pero ya dedicaremos una entrada al tema en cuestión. Hoy venía a hablar de la secretaría de convivencia. Al igual que el examen de cuaderno, la idea de la secretaría de convivencia no es mía. A mí me llegó de la mano de CarlosRJ. Sí que me he convertido, en algún IES, en una especie de predicador de su utilidad, sobre todo con ciertos grupos.

La secretaría de convivencia es un contrato pedagógico

Lo queramos o no, como docentes, con cada grupo de alumnos se establece un contrato pedagógico (que es distinto del contrato didáctico, del que hablaremos en otra ocasión), mediante el cual se establecen unas normas que permiten desarrollar el proceso de enseñanza y aprendizaje. Algunas de estas normas son explícitas. Por ejemplo, un profesor puede fijar una penalización en la calificación por no realizar una tarea y, entonces, el alumno que decide no hacerla, sabe que tendrá menor puntuación en ese apartado.

Sin embargo, hay otras que suelen ser implícitas y que, habitualmente, son las que se refieren al clima de aula. Es decir, si un alumno se levanta una vez a, digamos, tirar un papel cuando está explicando algo el profesor u otro alumno, y el profesor corrige su actitud, se establece una norma no escrita. A modo de ilustración: “Si me quiero levantar, he de pedir permiso”. Este tipo de normas de comportamiento se puede ir reforzando con sucesivas acciones del alumnado y la correspondiente reacción del docente, que puede incluir tareas extraordinarias y, en casos extremos, partes a jefatura de estudios. 

Este contrato no escrito puede ser suficiente. Sin embargo, nos podemos encontrar con grupos en los que las interacciones para corregir comportamientos y actitudes dominan el espacio dialógico que debería reservarse a contenidos de la asignatura. Por lo que hacer explícitas estas normas, en un contrato por escrito, puede ayudar.

¿Cómo funciona?

Al grano. En primer lugar, se establecen unas normas, cosa que puede hacerse directamente a principio de curso o más adelante, cuando el contrato no escrito deja de funcionar. Idealmente, es mejor que estas normas se expresen en términos positivos, así como que el alumnado participe en la elaboración de estas, proponiendo alguna de ellas. Por ejemplo:

A. Comer dentro del aula.
B. Hablar mientras explica el profesor.
C. Levantarse del sitio sin permiso.
D. Interrumpir la clase haciendo tonterías, como tirar papeles.
E. Mascar chicle.
F. Hablar e interrumpir a un compañero cuando se dirige a la clase.
G. No hacer la tarea correspondiente.
H. Pedir letra para otro compañero.

Se nombra un secretario, o secretaria, que va a ser un alumno encargado de anotar las infracciones de las normas. La designación puede ser diaria o semanal, y el rol de secretario va rotando por todo el alumnado, salvo que alguno no desempeñe bien el papel. Cada vez que se comete una infracción, es el profesor el que señala la falta cometida:

“Una C para María” (y la clase sigue como si nada).

Debe quedar bien claro que el secretario, realmente, no tiene ninguna responsabilidad. Además de que todos los alumnos de la clase van a serlo en algún momento, la decisión de anotar una letra siempre es cosa del profesor. Esto es esencial para evitar disputas y conflictos en el alumnado.

Las infracciones se anotan en una hoja que proporciona el profesor al principio de la clase. Al final de la sesión, el secretario se la devuelve. Es una chorrada, pero aquí dejo una plantilla para la hoja de la secretaría de convivencia. Se imprime a doble cara, con la lista de letras por detrás. Así, si los primeros días hay alguna duda con las letras, el secretario puede leerlas en voz alta.

Modificaciones a la lista de infracciones

La lista de letras debe ser lo más estable posible, porque de lo contrario dejaría de representar un contrato (¿qué clase de contrato se está rompiendo continuamente?). Sin embargo, puede ser que el día del establecimiento de las mismas se haya olvidado alguna, o puede que surja una necesidad. Fue el caso, por ejemplo, de un grupo de alumnos que tuve que estaba más pendiente de las letras que del desarrollo de la clase, pidiendo letras a la mínima para otros compañeros. Se habló en clase con ellos, estando de acuerdo docente y alumnos en que era una cosa que no estaba bien, y se incluyó la infracción H del ejemplo que hemos mostrado antes. La del chicle también es una norma que suelen proponer ellos, siendo que a mí me da un poco igual mientras no hagan pompitas o masquen de forma exagerada.

Gestión de las infracciones

Dependiendo del plan de convivencia del centro, una acumulación de letras puede acarrear diferentes tipos de sanciones. De esta forma, por ejemplo, 5 infracciones podrían suponer una falta leve oficial, comunicada a jefatura de estudios. Esto también debe quedar claro en el contrato inicial. 

Conclusiones

Aunque esto de la secretaría de convivencia pueda sonar muy serio, es algo que puede llevarse con algo de humor. Quiero decir, como profesores hemos de ser honestos y no discriminar al alumnado mediante la aplicación de dobles raseros. Sin embargo, si un día estamos especialmente satisfechos con la clase, se puede quitar una letra a todo el grupo, por ejemplo. La asignación de letras tampoco debe suponer un trauma.

Créditos

Foto de Tarjeta de visita creado por jcomp

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Pablo Beltrán-Pellicer
Profesor Titular de Didáctica de las Matemáticas

Universidad de Zaragoza

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